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¡En esta colonia no hay niños!

Updated: Apr 28, 2020




Frecuentemente, como adultos, olvidamos la importancia de los espacios

compartidos. En especial, cuando hablamos de las colonias que habitamos. Nos

hemos acostumbrado a los fraccionamientos amurallados y a los canceles con

picos en las puntas. En la batalla por sentirnos protegidos, hemos perdido aquellos

espacios que en nuestra infancia solíamos reclamar como nuestros. Esta reflexión

la tuvimos hace unos años; aquí va la historia.


En el 2017 éramos una pareja recién llegada a nuestra colonia. No teníamos aún

el panorama completo de la comunidad. Es decir, no sabíamos quién realmente

habitaba nuestra zona. Cuando llegó el día de Halloween estábamos en completa

ignorancia acerca de cómo prepararnos para nuestros pequeños visitantes

disfrazados: ¿Cuántos dulces comprar?¿A qué hora empezaban las visitas? ¿De

qué edad sería la mayoría de los niños?, etc.


Para nuestra sorpresa, cuándo hicimos esas preguntas, la respuesta de nuestros

vecinos fue: “¡En la colonia no hay niños! ¡No hace falta comprar dulces!”. Por

supuesto nos sentimos decepcionados. Personalmente, guardaba grandes

momentos de cuando era niña y me llenaban la bolsa de mis dulces favoritos en

compañía de mi familia. Independientemente de las creencias y percepciones que

algunos tienen sobre Halloween, nosotros creemos que es un pretexto perfecto

para acercarnos como vecinos y participar en un espacio de colectividad.


“Pero... ¿y si de casualidad un niño toca a nuestra puerta?”, le pregunté a mi

esposo. No quisimos dejar de lado esa posibilidad y dejamos las luces prendidas.

Resultó tener razón nuestra corazonada. Al cabo de unas horas, nos vimos

obligados a correr a la tiendita por más dulces. Ese día nos encontramos con

niños felices agarrados de las manos de sus papás, quiénes nos saludaban

agradecidos. Las calles vieron pasar a superhéroes, princesas, fantasmas, etc.

Todos recorriendo un espacio que normalmente ocupan los carros.


Al encerrarnos, no nos damos cuenta de nuestro entorno o, a quiénes afectamos

con las decisiones que tomamos como individuos. Las siguientes generaciones

merecen la oportunidad de crear recuerdos en las calles como una vez lo hicimos

nosotros. Tenemos la responsabilidad como adultos de brindarles a nuestros niños

un espacio seguro fuera de casa. Uno donde puedan explorar libremente, correr y

jugar. Lo mejor de todo, es que no hace falta más que volver a abrir nuestras

puertas.


Pd. El próximo año en Halloween prenderé más luces. Y también compraré más dulces.

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