Esta memoria se construyó así:
En los últimos meses, el consumo local se ha convertido en todo un movimiento. Las situaciones que hemos atravesado juntos durante este año nos han hecho recordar lo importante que es la conexión con la comunidad. Los gestos como el que alguien recuerde nuestro pedido habitual o que nos fíe cuando nos hacen falta dos pesos para completar el pago nos hacen sentir conectados. Sabemos que detrás de ellos hay empatía, confianza, cuidado y, sobre todo, una relación.
Cuando las conocimos en Callejero hace algunos años, Árvore era un carrito motorizado que vendía café. La simpatía de las dueñas, su excelente servicio y la calidad de su producto ha brillado desde aquel primer encuentro. Además, su modelo de negocios también se ha destacado por variar de la norma, pues se basa en el comercio justo y busca incorporar a las familias productoras de café como socios estratégicos. Sin duda, una iniciativa de valor para la comunidad.
Además de destacar en su producto y servicio, siempre llegaban con la mejor disposición, aunque hubiera contratiempos. En una ocasión las recibimos a ellas y a su grúa, porque el motor del carrito no funcionó, pero tenían que estar. A veces, por el tamaño de su puesto las hemos tenido que poner en espacios complicados. Pero sin importar la situación, Árvore siempre mantiene sus estándares.
Hace algunos meses, gracias a esta nueva normalidad, sus planes han tenido que pasar de inaugurar un espacio fijo, a crecer en línea. No es de sorprender que, con la ética de trabajo que siempre hemos conocido de ellas, estén mejor que nunca gracias a aventurarse en el mundo digital. Los lazos de confianza y lealtad que han creado a través de los años siguen desarrollándose a través de un nuevo canal. Consumir de emprendedoras que formen parte de la comunidad asegura que tengamos una experiencia personal.
El caso de Árvore es un testamento a lo que ocurre si nos comprometemos a buscar soluciones fuera de las grandes cadenas. Dentro de la Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM) vivimos 5.12 millones de personas, la mayoría entre los 15 y los 50 años. Día con día, tomamos la decisión de qué producto comprar y a quién comprárselo. Recordemos que tenemos este poder.
Consumir local es sinónimo de creer en el talento. Cuando decidimos a quién comprarle, no solamente estamos realizando un intercambio monetario, sino que estamos validando todo lo que existe detrás de ese proyecto. Apostemos por la cercanía y las personas.
Nos merecemos una ciudad que esté llena de establecimientos que vayan más allá de cubrir una necesidad. Merecemos espacios que también sean de encuentro. Está en nuestras manos construir esa ciudad. Por nuestra parte, seguiremos colaborando, apoyando y amplificando las voces de estas empresarias. ¿Te unes?
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