Esta memoria se construyó así:
Cuando un espacio se encuentra en construcción, solía pensar que se encuentra en pausa, con su vida postergada hasta que esté listo. Cuando la calle Junco de la Vega, donde sucedía Callejero, estaba en construcción, y me preguntaban por ella, mi respuesta inmediata era: está en construcción. Es decir, ni preguntes que ahí no se puede hacer nada. Por eso quiero contarles la sorpresa que me llevé cuando visité la obra hace ya algunos meses.
Debo reconocer que no la visito mucho, no solo por recomendaciones de las autoridades en pandemia, sino porque por más que me apasiona el tema de la ciudad y los proyectos urbanos, me costaba apreciar el alboroto de la construcción. Polvo aquí, ruido allá. cables, maquinaria,. movimiento - la obra era para mí un mundo aparte. Sin embargo, el destino me llevó a visitar el sitio de la obra para documentar la llegada de los nuevos árboles (los cuales les recomiendo ampliamente que se acerquen a conocer).
Al llegar a la obra, me impresionó el cambio de cara que los árboles le dieron a la calle. El clima de pronto era otro al que yo conocía en ese mismo espacio los domingos de Callejero. En mi asombro empecé a caminar por la calle, y observé a la gente caminando, vi bicis estacionadas e interacciones cotidianas que no creía que sucedían durante la obra.
Casi al final de la calle, me empecé a encontrar con envases de vidrio para refresco en las banquetas de la construcción, lo cual me llamó la atención. ¿De dónde estaban saliendo? Pronto llegué a su origen: Una señora parada detrás de una mesa con una pequeña hielera y tres cajas rojas de refresco, unas con envases llenos, y otras con envases vacíos. De pronto vi como unos trabajadores se servían algo de la hielera, y ahí es cuando entendí... ¡era un puesto de tacos! y la señora era la encargada del desayunador de los trabajadores.
En ese momento cambió mi perspectiva de la calle en obra: es un espacio vivo, con sus ritmos, su dinámica, y su comunidad. Cuando vi el puesto de tacos que se habían montado fue como volver a vivir el área de comidas de Callejero, como si nunca se hubiera ido.
Aprendí que en la construcción la calle sigue viva, que sigue siendo un espacio de encuentro que se puede compartir entre aquellos que la usan. Y no solo eso, sino que también es un espacio donde podemos encontrar oportunidades de vivir nuestros valores, pues resulta que los envases de vidrio estaban circulando por la obra... ¡para evitar el uso excesivo de plástico! Todo esto es un tema tan importante para la obra que la señora de los tacos ya hasta se le dió su propio chaleco de seguridad.
Salí de la obra ese día conmovida, a sabiendas de que en cada paso de lo que estamos construyendo podemos seguir tejiendo una comunidad, y llenando de vida nuestros espacios compartidos.
Comments